El toque de Dios es más grande que todo lo que el mundo puede dar.
La niñez de Susan Lana Hafner y su temprana adultez giraron en torno a su alcohólica madre obsesivo-compulsiva. Bella, simpática aunque completamente cautiva de su enfermedad mental, la madre de Susan no tenía ninguna de las capacidades necesarias para criar a su hija. Mientras su mamá andaba de bar en bar, pasaba de novio en novio y de esposo en esposo, Susan se movía de un lado a otro ―oculta en las sombras― tratando desesperadamente de hacer una vida para las dos.
Como una chica en crecimiento, sin nadie de quien depender, Susan aprendió con rapidez cómo valerse por sí misma, cómo atender a los que la rodeaban y ―sobre todo― cómo mantener a cualquiera a distancia.
Tras encontrar a Dios en una iglesia bautista de Louisiana, Susan empezó su peregrinaje de lucha, esperanza y redención. Como los obstáculos que le dieron fortaleza cuando niña se derrumbaron lentamente, Susan descubrió quién era, cuánto la amaba Dios y qué significaba realmente ser parte de una familia.
El toque nos relata la historia de cómo, contra toda probabilidad, Dios hizo un milagro tras otro en la vida de alguien que lo único que tenía era disposición para seguirle. La historia de Susan nos comprueba ―con una honradez vehemente―, que Dios nos ama y que solo un toque suyo puede transformar vidas.